lunes, 15 de junio de 2009

Con Marañón en la mente


Olvidan a menudo los médicos que la esencia de su quehacer ha de prevalecer por encima de las sofisticaciones técnicas. Que la comunicación es fundamental, aportando habitualmente más el lenguaje del enfermo que las exploraciones complementarias. Que las cifras, los gráficos o las imágenes son datos fríos que de nada valen fuera del humano contexto. Que la relación cordial es una parte importantísima de la terapia. Que no deben fomentar la obsesión ni las falsas expectativas. Que están para curar y consolar... ¡Casi nada! Con frecuencia los médicos olvidan su esencia. A menudo la olvidamos.

La práctica de una medicina científica –técnicamente rigurosa– y, al mismo tiempo, humana, me trae la imagen de Gregorio Marañón (1887-1960). La integridad moral del insigne médico, científico y humanista. Su vida y su obra se recogen de manera concisa y precisa en estos dos enlaces. Sirva de faro orientador esta figura clave de la historia de la medicina y del humanismo médico, especialmente a quienes ignoran o desdeñan el pasado y se pierden en las complejidades del presente.

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