miércoles, 4 de noviembre de 2015

El niño entre lobos y el mito del buen salvaje


Mis padres fueron lobos, El Mowgli andaluz.

La historia de Marcos Rodríguez Pantoja, que de niño vivió doce años entre lobos en la sierra de Córdoba (después de morir el cabrero a quien se lo habían vendido), nos hace retomar una vieja reflexión sociológica. Ya se hizo una tesis doctoral sobre el infante selvático de Sierra Morena. En ella se recoge una confesión del protagonista que incita a reflexionar: “He visto que a una loba hay que matarla para quitarle un cachorro y a mí mi padre me vendió por unas monedas”. Y su vida en el monte fue posteriormente llevada al cine, con el título Entrelobos, película en la que la naturaleza es protagonista (algo poco frecuente en el cine hispano) y de cuyo resultado hay opiniones encontradas. Pero, a propósito de un comentario, no hay duda de que es una muestra interesante de las teorías del "Buen salvaje”.

El mito del buen salvaje se originó con el descubrimiento del Nuevo Mundo y sus “indios salvajes” (Cristóbal Colón decía haber llegado al paraíso terrenal, atribuyendo todo tipo de bondades ingenuas a los indígenas). Después se extendió –y me atengo a la entrada de Wikipedia– a través de las utopías del siglo XVI (Erasmo de Rotterdam: Elogio de la locura; Tomás Moro: Utopía) y obras del siglo XVII, como El Criticón de Baltasar Gracián, que llevan a la discusión del ser humano como malo por naturaleza o bueno por naturaleza, como pretendió la Ilustración, en el siglo XIII, sobre todo Jean-Jacques Rousseau (Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres), que ve en las descripciones que de los indígenas de las islas del Pacífico hacían algunos viajeros, como el navegante y explorador James Cook, ejemplos de buenos salvajes.

Respecto a Rousseau y el buen salvaje, el polímata describe en el referido discurso que el hombre natural es un ser individual, no social, particularmente bien adaptado. Rousseau cree que el hombre al volverse social se vuelve débil, temeroso y rastrero. Y una cuestión que nos toca de cerca: Rousseau aboga por la medicina, aunque en el Emilio ataca a los médicos, opinando que es la naturaleza la que cura, no los hombres. Afirma que el estado de naturaleza es de equilibrio, que nada lleva necesariamente al hombre al estado civilizado.

Creo que el ejemplo del niño salvaje puede llevarnos a una conclusión o a su contraria: la suficiencia individual en la naturaleza (como lobo solitario) o la necesidad de cooperación con otros individuos, como en la manada de lobos (manteniendo una estricta jerarquía). El protagonista parece añorar su periodo salvaje como el más feliz de su vida. Pero ¿podemos concluir que todo hombre apartado de la civilización tendría una existencia más feliz?

No hay comentarios:

Publicar un comentario