miércoles, 14 de junio de 2017

Cuando un problema emocional se somatiza


La emoción no sólo puede producir por sí misma una enfermedad, sino que puede poner de manifiesto los síntomas de una dolencia que se mantenía latente.

El miedo a la enfermedad agrava la enfermedad.

Sigo maravillándome de que tantas personas hayan dejado de comprender que exista la menor relación entre sus enfermedades orgánicas y las severas crisis emocionales que han atravesado.

Si el paciente estuviese enterado de la relación mente-organismo –relación sicosomática–, habría sospechado de una conexión entre la inquietud, el pesar o la fatiga y la enfermedad que siguió.

 Da pena pensar que miles de personas van de un médico a otro en busca de un medicamento o una operación, cuando todo lo que necesitan es que les ayuden a resolver un problema emocional.

(De "Viva en paz con sus nervios", por W.C. Álvarez)


Comprender la estrecha relación entre mente y cuerpo (la realidad del fenómeno psicosomático) no es fácil para las personas que sufren dolencias orgánicas sin una causa física. De conseguir entender que el origen es psíquico, muchos individuos que sufren de ellas, estarían en buena disposición para superarlas. Nos lo decía el doctor W.C. Álvarez en su libro referenciado arriba, apoyándose en los fundamentos de la medicina psicosomática. Pero no olvidemos a Rof Carballo.

¿Medicina psicosomática? Se trata de la disciplina que estudia los trastornos psicosomáticos, tradicionalmente sinónimos de trastornos somatomorfos, pero que han sido diferenciados con posterioridad. Pues si bien en ambos casos hay un desencadenante psíquico, en los trastornos somatomorfos no hay un daño somático u orgánico como en los trastornos psicosomáticos (p.ej. úlcera de estómago).

Con todo, no hemos de negar una realidad que nos recuerda el referido galeno: cuando los médicos no encontramos ninguna anormalidad que explique un dolor, una molestia o un trastorno, presumimos que es de naturaleza “funcional” o no orgánica. Es decir, si no hallamos la científica evidencia, alcanzamos una conclusión no exenta de incertidumbre y relativamente satisfactoria.

Dicho esto, retengamos estos términos: somatizar, somatización, somatoforme (o somatomorfo); un verbo, un sustantivo y un adjetivo para referirnos a los trastornos somatoformes. Hablamos entonces de estos trastornos cuando existen síntomas físicos sin evidencia de hallazgos orgánicos o mecanismos fisiológicos implicados, en un contexto llamativo de conflictos psíquicos que conllevan un innegable sufrimiento

Y entre los diferentes trastornos somatoformes (T. de somatización, T. de conversión, T. dismórfico corporal, T. somatomorfo indiferenciado e Hipocondría), vamos a centrarnos en el trastorno de somatización. Se trata de la presencia de un patrón de síntomas somáticos recurrentes y múltiples (dolores diversos, trastornos gastrointestinales, trastornos sexuales, debilidad, parálisis, convulsiones, etc.),  sin hallazgos de ningún trastorno somático, de ninguna alteración orgánica

Típicamente, el paciente afectado es dependiente en sus relaciones sociales, con afán de protagonismo e incluso manipulador; manifiesta así su sufrimiento y consigue ciertas ganancias personales; pretende ayuda emocional, pero también eludir responsabilidades; no siendo consciente de que su problema es psicológico, busca ayuda médica continuamente, en diferentes profesionales, sin hallar una respuesta satisfactoria a sus inexplicables dolencias. 

Veamos un vídeo explicativo de esta afección somatoforme crónica.


Muchos trastornos de somatización actuales obedecen posiblemente a inadaptación social, que tal vez se deba a un fallo educativo.
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ADENDA. Extractos de un texto divulgativo del prof. José M. Rodríguez Delgado
El cerebro es el centro ordenador que dirige la expresión de los tres grandes grupos de funciones orgánicas: motoras, vegetativas y endocrinas. Como el cerebro es también el centro de las funciones psíquicas, es lógico suponer las relaciones entre mente y cuerpo. Las influencias mutuas son íntimas y su estudio es el fundamento de la medicina psicosomática.

Los estados de ansiedad pueden producir un daño estructural en el corazón, en el estómago y en diversos órganos por la activación inapropiada del sistema nervioso involuntario y de las glándulas de secreción interna. Los síntomas psicosomáticos pueden aparecer de forma paralela a las manifestaciones emocionales. Cuando la persona, por la razón que sea, se muestra enfurecida, su presión arterial se eleva y su pulso y ritmo respiratorio se aceleran. Cuando pasa el enfado, la respuesta vegetativa desaparece gradualmente. Cuando la situación de tensión emocional se repite a menudo, la persona puede experimentar trastornos psicosomáticos, que pueden afectar cualquier parte del organismo, aunque en general se localizan en sistemas fuera del control voluntario.

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